Tu decoradora de bienestar

De traje y reuniones a plantas, luz y propósito.

Durante años viví lo que muchos llamarían “una vida perfecta”.
Un trabajo estable en banca, después en el mundo del vino.

Equipos, proyectos, reuniones.
Con mi familia y mi hipoteca.

Una vida aprobada con sobresaliente por los estándares sociales.

Hasta que un día, sentada en mi mesa de trabajo en el banco, me dio un ataque de ansiedad.

Ese fue el primer gran giro de guion.

Pero hubieron más:

  • Una maternidad que me hizo replantearme lo que me hacía feliz y lo que quería dejar atrás.
  • Un paso por el mundo del vino que me conectó con lo artesanal, con la tierra, con lo auténtico.
  • Y…un 13 de marzo de 2020 que no olvidaré nunca.

Llegó la pandemia y nuestro salón-comedor de 20m² se convirtió en nuestro universo entero.

sobre Elisabeth Álvarez
Sobre mi

Nuestro refugio. Nuestra piel.

En ese pequeño espacio, mi familia trabajamos, mi hijo brincaba por el sofá, hacíamos yoga, regábamos las plantas…y de fondo, sólo pájaros y silencio.

En pleno encierro, me había reenamorado de mi casa.

Estábamos tan bien, tan a gusto en ella, que quise entender por qué.

Y ahí redescubrí el Feng Shui.

Comprendí que los espacios son como una segunda piel.

Cuando les das lo que necesitan —luz, orden, color, intención—, te lo devuelven en calma, energía y vitalidad.

Desde ese momento, no he dejado de aprender, de formarme, de profundizar en esta forma de ver (y vivir) los lugares.

Fue ahí cuando entendí que no solo quería transformar espacios, sino hacerlo con mimo, con propósito, como quien trabaja la arcilla con las manos.

Desde entonces, me considero una artesana de los espacios: cada proyecto es único, hecho a medida, pensado para sostener la vida real que pasa entre esas paredes.

La normas, la flores y la hierbas

Así es como me llama mi hijo.
Y tiene toda la razón.

Soy práctica, meticulosa, analítica. Me gusta que las cosas funcionen. Pero también soy esa niña que pintaba en las paredes del comedor de casa con bolis de colores.

Me apasiona la belleza del mundo natural: las olas, los pétalos, la luz.

¿Y sabes que tengo un cuarto apodo?

Mi madre, desde que tengo memoria, me llama “brujilla”. Dice que era un radar. Siempre alerta. Siempre observando. Detectando cosas que los demás no veían. Colores, movimientos, gestos. Como si tuviera una antena especial para los detalles invisibles.

Y tenía razón.

Esa sensibilidad ahora es parte de mi trabajo. Hoy, todas las piezas encajan: mi mente analítica, mi creatividad y esa intuición que nunca me ha fallado. Ahora, cuando entro en un espacio, veo más allá del desorden o la decoración.

Veo el potencial, la vida que podría florecer ahí. Porque no se trata solo de muebles, colores o luz.

Se trata de ti. De cómo te sientes al entrar por la puerta. De cómo descansas, trabajas, compartes o simplemente respiras en tu lugar.

Por eso diseño espacios que te abracen cuando llegas, que te eleven cuando trabajas y que te reflejen cuando vives en ellos.

Tu espacio habla de ti.
Y yo estoy aquí para ayudarte a escucharlo.

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